Las niñas afganas se venden como esposas por menos de 10 reales en Kabul

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Un reportaje investigativo hecho por el periodista Amador Guallar para el diario español El Mundo muestra la dura realidad de los habitantes de Afganistán. En manos de grupos extremistas como Al Qaeda y Talibán, el país convive con un número creciente de miserables.

El periodista español consiguió entrevistar a Akbar, que se presenta como «intermediario para hombres que buscan buenas esposas«. Él ofrece a los interesados ​​mujeres «jóvenes, pero suficientemente maduras para ser una esposa fértil».

Situado detrás de la gran mezquita de Pul-y Khishti, el mercado tiene más de 500 años de tradición. Siguiendo la tradición islámica, es posible encontrar allí quien negocie el precio de un dote y los más desesperados ofrezcan a sus hijas. Aunque en Afganistán el matrimonio infantil es ilegal, Akbar y otros como él, se aprovechan de la desesperación de las familias más pobres para ganar dinero con eso.

«Esta es mi cultura, no hago nada que no sea hecho por cientos, tal vez miles de años, antes del Profeta Mahoma. La mujer debe formar una familia, y sólo las ayudo a encontrar un marido «, justifica Akbar.

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 Dice que está tranquilo. «Yo no secuestro a las muchachas, ni forzar a nadie a entregarme a sus hijas. Lo que hago es poner en contacto a las familias que quieren casarse con hombres que necesitan una mujer «. Aunque no admite, él sabe que en muchos casos este es un acto de desesperación de quien vive en extrema pobreza y sabe que podrá morir de hambre.

El atravesador cuenta que el costo para encontrarse «una mujer satisfactoria» es de 150 afganos (unos 8 reales). A este valor añade 10.000 afganos (alrededor de 1800 reales), por su «intermediación» y el pago del dote. Según Akbar, tiene contactos en todo el país, especialmente en el Este, y no encuentra dificultades para realizar su operación. «En esas provincias es fácil encontrar una buena esposa con unos 15 años, obediente y preparada», asegura, dejando claro que la edad puede ser menor si el cliente así lo desea.

Por la tradición islámica, los hombres pueden tener hasta cuatro mujeres. Uno de los argumentos de Akbar es que «las segundas y las terceras esposas son las mejores», pues tendrían menos atribuciones en el hogar. El traficante de seres humanos hace una serie de fotos de menores de edad al periodista, subraya que «todas [las que ha negociado] ahora tienen una vida mejor».

Al final, según enfatiza Guallar en su reportaje «todos los días, niñas en todo el país son víctimas de predadores como Akbar. Víctimas de la pobreza, víctimas de la comunidad internacional que invierte en Afganistán, pero no exigen rendición de cuentas del gobierno de Kabul que no utiliza esos fondos en programas como el Plan Nacional de Acción para la Mujer. Víctimas de una cultura religiosa en la que la mujer sigue siendo un objeto

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