James Rhodes mató a su hija mayor, fue un brutal homicidio que «destrozó» su familia y por lo cual, casi cuatro años después, aún llora todos los días.
A pesar de todo esto, Darlene Farah fue capaz de hacer campañas públicas, recurrir a la prensa y hasta subir al estrado para salvar al asesino de su hija de la pena de muerte.
Shelby Farah estaba trabajando como encargada en una pequeña tienda de teléfonos celulares en la ciudad de Jacksonville, en el estado de Florida, Estados Unidos. Entonces, Rhodes entró. Apuntó a Farah con un arma y le exigió el dinero. Ella se lo dio y mantuvo las manos arriba. Pero Rhodes le disparó igual, cuatro veces. Farah murió en el acto.
«La mató como si fuera una ejecución», cuenta Darlene Farah a BBC Mundo. Su hija (de 20 años) colaboró durante el robo, pero Rhodes (de 21) igual «explotó de ira» y la mató, dice la mujer.
Vendió su pequeño local de comida y contrató a un detective privado para investigar a Rhodes. Lo que descubrió hizo que militara públicamente para evitar que lo sentenciaran a pena de muerte.
James Rhodes nació en un hogar marcado por la adicción, el crimen y la desidia. Cuando tenía 8 meses, su madre adicta alas drogas lo abandonó y quedó a cargo de su padre, un alcohólico y drogadicto que solía entrar y salir de prisión.
Se quedaba con su abuela muy mayor y enferma, o algún vecino. Dijeron durante el juicio, que solía gritar de dolor por el hambre. Finalmente, cuando tenía 5 años, su padre perdió la tenencia y Rhodes pasó a vivir en un hogar estatal para niños.
De acuerdo con el diario The New York Times, el estado intentó que padre e hijo mantuvieran contacto. A veces el chico se vestía y esperaba el día entero, pero el padre nunca aparecía.
«Creció en un hogar para niños, viendo que otros se iban y él no. Nadie lo quería, nadie lo adoptaba», dice Farah. A los 9 años, Rhodes fue abusado por un niño del hogar mayor que él y luego por una cuidadora.
También sufría bullying y maltrato físico. Farah descubrió que el chico «solía esconderse debajo de la la cama para escapar de las agresiones». Cuando Rhodes mató a Shelby Farah, ya tenía varios antecedentes criminales. De hecho, llevaba apenas tres meses libre.
«El estado lo hizo así como es», dice Darlene Farah. «Él también es una víctima, pero no le tengo lástima». Tenía edad suficiente para «distinguir entre el bien y el mal», afirma. Aún así, decidió perdonarlo.
Basándose en los antecedentes de Rhodes, la fiscal estatal Angela Corey y el fiscal del caso, Bernie de la Rionda, pidieron para el joven la sentencia máxima permitida por el estado de Florida: la pena de muerte.
Pero después de conocer la historia del homicida e informarse sobre la pena de muerte, Farah cambió de opinión. «Matarlo no va a traer a mi hija de nuevo», explica. Sólo perpetúa el círculo de violencia, generando nuevas víctimas, agrega.
Además, para ella, «la pena de muerte también es un homicidio». De hecho, según pudo averiguar, en el certificado de defunción de Rhodes la causa de muerte no diría «ejecución», sino que tendría la misma inscripción que la de su hija: «homicidio».
Farah se convenció de que la cadena perpetua era el mejor castigo. Pero la fiscalía no estuvo de acuerdo y siguió con su plan.
La semana pasada, después de casi 4 años de juicio, múltiples postergaciones y la elección de Melissa Nelson como nueva fiscal general, se conoció el veredicto final. Rhodes pasará su vida entera encarcelado, sin posibilidad de recibir libertad condicional ni de apelar.
El miércoles, Darlene, Caleb y Nycole Farah se reunieron con James Rhodes para hablar de Shelby, mostrarle fotos de su familia y «ayudarlo a encontrar un propósito en su vida». «Lo perdoné hace mucho tiempo. No me gustaba cómo me sentía por estar enojada con él», cuenta la mujer.