Así como Pablo, delincuente tuvo que perder la vista para conocer a Jesús

Un evangelista de 33 años llamado Gilson Souza de Jesús, tuvo que ser probado en medio de dificultades para que pudiera conocer a Dios, pues perdió la vista en un ataque entre pandillas cuando aún no había conocido a Cristo, y en la tribulación conoció la salvación.

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Formó parte de pandillas criminales y por ello fue arrestado varias veces, pero eso no fue lo peor que le tocó vivir, pues cuando una banda de traficantes rivales lo atacó le quitaron la vista con un arma blanca, ya que Gilson prefirió que lo dejaran ciego a perder la vida, aun así siempre creyó que Dios tocó el corazón de sus atacante para que lo dejaran vivo.

Antes de ese suceso, fue atestado innumerables veces por robo, lo acusaron de homicidio por haber robado en un barrio vecino, recibió impactos de bala en la espalda y manos mientras trataba de huir de una casa donde hurtó pertenencias hasta que lo encarcelaron por tráfico de drogas.

Su anterior vida siempre estuvo vinculada al vandalismo, pues fue testigo de la muerte de dos de sus hermanos a manos de un operativo policial, “Vi a mis padres llorando y sufriendo mucho, las muertes desestructuraron a mi familia, como no tenía el entendimiento, me revolvía y quería vengar a mis hermanos, empecé a usar droga, más tarde fui a robar y traficar”, relata.

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Pero cuando se vio a sí mismo en completo abandono por haber perdido su sentido de la vista, Jesús le dio fuerzas para continuar cuando quiso quitarse la vida, “Hay un camino que parece derecho al hombre, pero su fin son los caminos de la muerte”, dice citando Proverbios 14:12.

Pero ahora se ha convertido en un fiel evangelizador, que lleva las buenas nuevas a todos aquellos que como él han estado inmersos en el mundo de las drogas y la delincuencia, y así poder transformar sus vidas, “El tercer domingo del mes es mi día de predicación, escogí a una comunidad donde la guerra del tráfico está fuerte y empiezo a predicar cerca de las bocas de humo”, cuenta acerca de su trabajo para Dios, además de ofrecer ayuda en procesos de rehabilitación.

En la actualidad, está casado y tiene 3 hijos, vive una vida nueva donde Dios lo ha hecho libre de delincuencia y drogas, “No debo nada más a la Justicia, tengo mi familia, hago mis predicaciones y tengo el objetivo de sacar a los jóvenes de las drogas”, afirma.

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