Si bien una definición rápida de "zarate" lo equipara con "sarna", esta palabra encierra una historia más rica y compleja. Reducirla a una simple afección cutánea es simplificar un término que ha tenido diferentes usos y connotaciones a lo largo del tiempo.
La palabra "zarate" proviene del mozárabe "çarát", derivado a su vez del árabe clásico "jarab" (جَرَبٌ). Este término ya en su origen abarcaba un espectro más amplio que la sarna, refiriéndose a diversas afecciones cutáneas pruriginosas, incluyendo erupciones, sarpullidos y eczemas. La evolución fonética desde el árabe al castellano explica la transformación de la "j" en "z", común en muchos vocablos de origen árabe.
En épocas pasadas, la falta de conocimiento médico preciso llevaba a agrupar bajo un mismo nombre diferentes enfermedades de la piel. "Zarate" se usaba de forma general para describir cualquier afección cutánea que causara picor e irritación, sin distinguir entre sus causas. Esto se refleja en textos antiguos y en el lenguaje popular de diferentes regiones de España, donde la palabra ha sobrevivido con matices locales.
Ese asunto es un zarate que no me deja tranquilo. Este uso figurado refleja la incomodidad y la persistencia asociadas a la picazón.
Es importante destacar que el uso y la prevalencia de la palabra "zarate" varían según la región. Mientras que en algunas zonas es un término común, en otras ha caído en desuso o se utiliza con un significado específico. La riqueza del español se manifiesta en estas variantes locales que enriquecen y matizan el significado de las palabras.
En resumen, "zarate" es más que un simple sinónimo de "sarna". Su historia, evolución y uso en diferentes contextos nos permiten comprender la complejidad del lenguaje y cómo las palabras reflejan la percepción y el conocimiento de la realidad a lo largo del tiempo.