La palabra "bacina" evoca imágenes de tiempos pasados, y con razón. Derivada del latín medieval bacina, su significado ha evolucionado a lo largo de la historia. Aunque el diccionario actual la define brevemente como una vasija, su uso y contexto histórico son mucho más ricos y complejos.
El término bacina proviene del latín vulgar bacchinus o bacinus, diminutivo de bacca, que significa "vasija". Su uso se remonta a la época romana, donde designaba un recipiente amplio y poco profundo utilizado para diversos fines.
La presencia de la bacina en la vida cotidiana durante siglos la convierte en un objeto con un valor histórico considerable. Su uso como orinal, aunque hoy pueda parecernos curioso, era una solución práctica en una época en la que las comodidades sanitarias eran limitadas.
La asociación de la bacina con las sangrías, realizadas por los barberos, también nos habla de la medicina de la época y de la superposición de roles entre barberos y cirujanos.
La bacina ha aparecido en diversas obras literarias y artísticas a lo largo de la historia, a menudo como símbolo de la vida cotidiana o como elemento cómico. Shakespeare, por ejemplo, la menciona en algunas de sus obras. En la pintura, a veces se la representa en escenas de género o bodegones.
La bacina, un objeto humilde y cotidiano, nos ofrece una ventana al pasado, permitiéndonos comprender mejor las costumbres y la vida de nuestros antepasados.
En resumen, la bacina es mucho más que una simple vasija. Es un objeto con una rica historia y múltiples usos, que nos permite conectar con el pasado y comprender la evolución de la vida cotidiana a lo largo de los siglos.